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Hasta siempre,
Ismaelito

Miércoles, 24 de agosto de 2016
El Nuevo Día

Benjamín Torres Gotay

En el 1990, José Ismael Fernández Reyes cubría un torneo de baloncesto en Argentina cuando el entonces director de El Nuevo Día, Chu García, pidió permiso para fotografiar en su despacho al presidente Carlos Menem. El permiso fue concedido, pero antes de entrar al despacho, García, quien conocía a Ismaelito como a la palma de su mano, le hizo una advertencia: se trataba de un presidente, había un protocolo que cumplir y no podía tomarse las confianzas que solía tomarse con los políticos de aquí. Lo que pasó después retrata de cuerpo entero al Ismaelito conocido por todos. "Menem llegó y en seguida Ismaelito empezó a tratarlo con confianza, que si ponte así, que si párate acá', todo eso que él hace acá. Y Menem me miraba y se reía y yo no sabía dónde meter la cara. Después cuando salimos Ismaelito me dijo 'no te preocupes, Chu, que todos los políticos son iguales'. Ese era Ismaelito. Retrataba igual a cualquiera de la calle que a un gobernador, un presidente o hasta al papa", relataba ayer García.

Ismaelito, decano del fotoperiodismo en Puerto Rico y quien por 36 años de labor en El Nuevo Día registró a través de imágenes crudas y afectuosas al mismo tiempo las alegrías, penas y desafios de este país y del Caribe, falleció ayer en San Juan, de causas naturales. Tenía 56 años.

El velatorio se llevará a cabo hoy a partir de las 6:00 p.m. en el Taller de Fotoperiodismo en Puerta de Tierra, la institución que fundó en 1994.

"Ismaelito fue un maestro para tantos fotógrafos de nuestra generación. Fue aguerrido, leal y valiente. Creyó firmemente en el poder del lente y de la imagen para transformar el país, captar el dolor y la alegría, y hermanar pueblos como lo hizo con Cuba y Puerto Rico. Su labor social con el Taller de Fotoperiodismo no tiene precedentes en Puerto Rico, enseñó a cientos de niños y niñas a ver su propia vida desde otra óptica, desde el lente del apre cio por lo propio. Fue un hombre enamorado de su patria, de su familia y de su profesión. Su legado permanecerá para siempre con todos nosotros", dijo Luis Alberto Ferré Rangel, director general de GFR Media.

Se abusa a menudo de la frase "tinta en la sangre" para describir la vocación periodística. En el caso de Ismaelito, no es que tenía tinta en la sangre. Es que él era tinta. Ismaelito creció en la Redacción de El Nuevo Día acompañando a su padre, el fenecido periodista Ismael Fernández Pacheco y codeándose desde niño con los más legendarias figuras de la prensa de la época. Desde entonces sabía que iba a dedicar su vida al periodismo.

Periodista desde la cuna. 
Contaba que su primer contacto con la fotografía surgió cuando, de niño, acompañaba a asignaciones a su padre, que en ese entonces era reportero de El Nuevo Día, y a su padrino, el legendario fotógrafo Armando "Mandín" Rodríguez. A Ismaelito lo sentaban en el asiento trasero del Volky de su padre, junto a las cámaras.

Curioseando, se encontró con una parte de su vida de la que ya no pudo deshacerse. Fue a la universidad para educarse como reportero, pero pudo más el amor por la fotografía.

Fue un fotoperiodista, apasionado y arriesgado, adicto a la adrenalina de los momentos históricos, con una conciencia muy viva del valor de su labor, fanático de la figura y el rostro humano. La fotografía, contaba en una entrevista en este diario en enero de este año con motivo de su retiro, "es mágica, no termina nunca. Mientras más miras, más fotos quieres hacer, mientras más trabajas, menos cansado te sientes. Al final, te diría, que me dio una felicidad enorme".

Ismaelito se crió en el barrio Amelia de Cataño, fruto del matrimonio de décadas entre Fernández Pacheco y la maestra Carmen Gloria Reyes. A los 19 años, se echó su cámara al hombro y no paró hasta que se retiró en noviembre del año pasado.

"Era un apasionado de la fotografía humana. Le encantaba retratar personas, desde alguien por la calle hasta gobernadores, presidentes, papas, todo el mundo", dijo García, quien en 1979 reclutó a Ismaelito para su primer trabajo, cubriendo los Juegos Panamericanos de San Juan.

Ismaelito tuvo una destacada carrera cubriendo eventos internacionales, como las visitas a Cuba de los papas Juan Pablo II, Benedicto y Francisco y del líder soviético Mikhail Gorbachov, la elección de Violeta Chamorro en Nicaragua y el derrocamiento de Jean Bertrand Aristide en Haití, entre muchas otras. En Cuba, especialmente, llevó a cabo múltiples coberturas, incluso en la época en que viajar a la isla no era lo cómodo de ahora.
Sus 16 viajes quedaron resumidos en el libro "Cuba a través de mi lente", que publicó en el 2009.

Pero sus mayores triunfos y desafíos los vivió aquí mismo, en su tierra.

 
En el 1986, un conflicto obrero-patronal enturbiaba la despedida de año en el hotel Dupont Plaza en el Condado. Ismaelito estaba en su casa en la tarde del 31 de diciembre de aquel año, vio humo saliendo del hotel y supo lo que había ocurrido: el hotel estaba en llamas. Sin esperar a ser asignado, se desplazó a donde estaba la noticia. 
97 personas murieron en el incendio. Sin saber hablar inglés, Ismaelito logró convencer al piloto estadounidense de un helicóptero que rescataba personas de la azotea de que lo paseara sobre el edificio. Logró así la emblemática foto del edificio envuelto en humo y llamas, visto desde arriba, que engalanó no solo la portada de la edición especial sobre la tragedia de El Nuevo Día, sino también en las principales publicaciones del mundo.

En el 1993, Ismaelito cubría desde un helicóptero una competencia de lanchas de velocidad en Mayagüez. El helicóptero se estrelló a causa de una pirueta incómoda e Ismaelito quedó pillado dentro de la nave, bajo el agua. Creyó que le había llegado la hora. Se salvó cuando logró zafarse del cinturón de seguridad y salir a la superficie, de donde fue rescatado. "Dios es mi pana", afirmó aquella vez.

El accidente le obligó a un periodo de inactividad de 18 meses y le causó, dificultades para caminar y dolores en una pierna por el resto de su vida. Pero eso no amainó en nada su pasión por la fotografía, el periodismo y la vida "Siempre que había una tragedia, una cobertura difícil, me pedía que lo asignara a él", relató García.

Poco después de volver al campo de" batalla se anotó el triunfo periodístico más grande su carrera. El huracán Marilyn había devastado a Culebra en 1995. Ismaelita vio allí una escena, simple, cotidiana, pero con infinitos significados, que lo conmovió: una joven madre, sentada en medio de la devastación de su hogar, lactaba a su bebé. La fotografía ganó el Premio Príncipe de Asturias de Fotografía del 1996 e Ismaelito viajó a Madrid a recibir el galardón de manos del Rey Juan Carlos, a quien le obsequío una talla de los Reyes Magos.

VIVIR PARA MARCAR.
Ismaelito fue conocido tanto por su pasión periodística, como por su carácter jovial y afectuoso, su sentido de gremio y su labor filantrópica.

En 1994, un año después de su encuentro cercano con la muerte, y con el propósito de compartir con su inagotable pasión por la fotografía, fundó el Taller de Fotoperiodismo, una institución sin fines de lucro, con sede en Puerta de Tierra, que da cursos de fotografía y periodismo gratuitos a niños de escasos recursos.

Fue, además, uno de los fundadores de la Asociación de Fotoperiodistas y miembro de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO).

Un gran gozador de la vida, Ismaelito es recordado también como una persona que se desvivía por sus muchos amigos, con quienes era usual verlo en la Placita de Santurce o en la antigua panadería la Imperial en Puerta de Tierra. "Ismaelito reunía tantas cualidades de excelente ser humano, de motivador, hacedor y capaz de convertir sueños en realidades, como lo fue el Taller de Fotoperiodismo", dijo el veterano comunicador Juan "Tato" Ramos, uno de sus más cercanos amigos.

"Ismaelito tenía un profundo amor por sus congéneres y ese amor lo traducía en ejecutorias excelentes como es el servicio y la entrega que tenía para alcanzar los propósitos del Taller de Fotoperiodismo y como testimonio están los miles de niños que han tenido la experiencia de aprender y transmitir esos valores de Ismaelito en sus comunidades y hogares", agregó Ramos.