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Dos caras para una misma sonrisa

jueves,27 de marzo de 2008
 
 Por Ana Enid López   /
El Nuevo Día



José Vega está convencido de que las vivencias de su niñez influyeron tanto en su formación como ser humano, que lo guiaron hacia su vocación como payaso.




A pesar de que no contó con una figura paterna a su lado, la fotografía mental de su infancia es perfecta. Se crió en Puerta de Tierra y su patio era el Parque Luis Muñoz Rivera. Creció bajo el ala protectora de su madre, la actriz y cantante Googie Santana y de su abuelo, el pelotero de Grandes Ligas, José “Pepe” Santana.

“Mi abuelo, que medía 6 pies y 5 pulgadas, me cubría con su abrazo y me hacía sentir seguro. Era mi héroe. Todo el mundo me conocía como el nieto de Pepe y el nene de Googie. Recuerdo que nunca me pegaron cuando era niño. Pienso que ahí está la base de todos los mensajes que hoy lleva Remi”, relata Vega con una leve sonrisa que denota su viaje a aquellos felices tiempos.


Tras el fallecimiento de su abuelo, aquel niño feliz sintió la responsabilidad de “ser el hombre de la casa”, por lo que a sus 14 años comenzó a trabajar pintando rótulos con el artista Juan Rosado, quien despertó su interés por la plástica. Mientras, su primer contacto con la música fue en el Colegio Bautista, donde se integró a la banda tocando el saxofón y cantado en el coro de la iglesia.

Ya en su juventud, José comenzó a estudiar sicología en la universidad Interamericana y, a escondidas, tomaba cursos en la Escuela de Artes Plásticas. “Mami quería que yo estudiara algo ‘más serio’. Pero de todos modos, solicité una beca para estudiar arte en México, que no me dieron. Entonces se me ocurrió la idea de combinar lo que había aprendido sobre sicología y arte en pro de la niñez”, explica Vega.

Con una meta clara, reunió a un grupo de amigos con intereses similares para asistir los domingos al Parque Luis Muñoz Rivera y dar clases de pintura a los niños. Pero un buen día olvidó llevar su lienzo, así que se le ocurrió pintarse la cara, sin imaginar que ese momento definiría el resto de su vida.

“Ese día estaba por allí la gente de Viguié Films y me grabaron mientras interactuaba con los niños. Después sacaron un reportaje en el cine que decía: ‘Nace un nuevo payaso en el Parque Muñoz Rivera’. Ahí comencé a tomar conciencia de lo que estaba pasando”, recuerda Vega.

En 1981 organizó el grupo “Los Dulces Payasos”, de cuya existencia el productor Elín Ortiz no tardó en enterarse. Les ofreció un programa de televisión los domingos cuyo el alto “rating” sorprendió a todos. Los personajes se convirtieron en la sensación, y hasta viajaron al extranjero junto a grupos juveniles como Menudo y Los Chicos.

Dos años más tarde, don Tommy Muñiz llamó a José Vega para que hiciera un programa con su payaso que hasta entonces se llamaba Dorremi y el productor le cambió el nombre a Remi, el primer payaso puertorriqueño con su propio programa en la televisión local.

José Vega trataba de encaminar a la par su carrera como cantante junto a grupos como Haciendo Punto en Otro Son y Atabal. Su gran oportunidad llegó en el 2000, cuando representó a Puerto Rico en el festival internacional de la canción “OTI” en México, donde con un tema de su autoría obtuvo el premio al mejor cantante y el segundo lugar al mejor compositor.

Lo que muchos no saben es que José Vega luchó para que fuera Remi quien apareciera en el famoso festival, pero no le fue permitido por los organizadores. De todos modos, el personaje superó la popularidad de su creador. Remi acaba de celebrar 28 años de existencia, su permanencia ininterrumpida en la televisión local y sus 29 discos grabados.

“La fuerza de Remi se transformó en un ministerio. Comenzamos a hacer labor social, a ayudar entidades benéficas, nos unimos a Unicef y adoptamos escuelas fuera de Puerto Rico. Entonces decidí que iba a dedicar mi vida a ser un payaso. Pero eso no fue difícil, porque la sonrisa y el abrazo de un niño es algo que me llena demasiado. Una vez un chiquitín me dijo: ‘Remi es un payaso serio’, y pienso que él pudo percibir la seriedad con la que asumo mi papel”, expresa emocionado el artista.

Pese a las tentaciones tecnológicas, Remi no pierde el ánimo para seguir promoviendo los mismos valores que José Vega ha enseñado a sus cinco hijos, su mayor orgullo.

“Tengo 52 años y hay gente que me dice que ya me quede tranquilo en casa, pero todavía me faltan muchas canciones por escribir, muchos niños pobres a los que llevarle un juguete y muchos enfermos a los que llevarle una esperanza”, concluye al resumir su filosofía de payaso que se toma la alegría en serio.