En lo que más ciudadanos cobran conciencia, José González aspira a crear un grupo de voluntarios que ayude a limpiar toda la porquería que otros dejan en la playa de El Escambrón. /(JUAN.ALICEA

La gran alfombra azul

jueves, 30 de agosto de 2012

Por Lilliam Irizarry/El Nuevo Día

Este buzo se cansó de quejarse y ahora limpia el fondo del mar 

Desde que nació, José González ha vivido en el mismo apartamento en Puerta de Tierra. Aunque de allí no hay quien lo mueva, confiesa que solo hay un lugar que le gusta más para vivir que El Falansterio.

“Si me dieran a escoger entre la superficie o debajo del agua, yo viviría debajo del agua. Allí hay paz y armonía, te encuentras contigo mismo, no ves la indiferencia de la gente, no hay maldad”, expresa el buzo de 44 años que, desde pequeño, “veía una matita debajo del agua o un erizo como algo grande”.

Aunque se crió en la playa El Escambrón en Puerta de Tierra, González estuvo alejado de ella muchos años por falta de tiempo y otros intereses. Hasta que hace tres años regresó y vio su fondo marino repleto, no de peces de colores, sino de un montón de basura que ciudadanos inconscientes dejan dentro del mar.

“Fue un choque cuando vi esta única columna de latas dentro del agua. Ni en la calle tú ves tanta lata junta en un mismo sitio, y es que las corrientes submarinas acumulan la basura en ciertas áreas. Ahí me impacté y dije: ‘Tengo que hacer algo’ ”, recuerda el también profesor conferenciante en Matemáticas de la Universidad Metropolitana.

Del fondo de esa playa ha sacado latas de aluminio, botellas de cristal, envases y bolsas de plástico, vasos, gafas, cubiertos, ropa, zapatos, encendedores, juguetes, cepillos de dientes, baterías y hasta una tarjeta de crédito del desaparecido Banco de Ponce, entre otros. En los últimos dos años, ha recogido más de 9,000 piezas de basura, con un peso aproximado de 800 libras.

“Imagínate todo el daño que puede hacer el ácido de una batería. Es mortal para un pez que respira agua. Es como si nosotros nos tomáramos un vaso de ácido, nos quemaría la garganta”, alerta quien limpia unos 22,710 metros cuadrados de playa a una distancia de hasta 25 pies de la orilla.

Para ello, se inventó una especie de zafacón de tela de malla compuesto por un saco vacío de cebollas pegado a una anilla a la que le amarró una boya con una banderita roja. Así evita que el saco lleno de basura se hunda.

Aunque no niega que le da “coraje” la manera en que los humanos rompen con la basura el ciclo biológico dentro del mar, asegura que ya superó la etapa de echar culpas y prefiere tomar acción.

“La responsabilidad es de todos, pero yo no voy a ir dándoles cocotazos a los que están con latas dentro del agua. Eso sería violento. Mejor es dar el ejemplo y enseñar”, manifiesta González, quien asegura que cuando los niños en la playa le preguntan qué hace y él les explica, muchos empiezan a recoger la basura que tienen cerca y se la entregan.

En cambio, cuando los adultos preguntan y se enteran de que nadie le paga por lo que hace, muchos se sorprenden, pero solo lo felicitan o le agradecen la labor. “Muchos puertorriqueños toman acción siempre y cuando les paguen, tiene que haber un interés económico para que se muevan”, lamenta el también tutor de matemáticas.

Una de sus preocupaciones es que no exista un plan continuo de limpieza del fondo del mar. Destaca que cuando se habla de limpiar una playa, se tiene la visión de que hay que recoger solo lo que se deja en la arena.

“Es como si fuera una gran alfombra azul, nadie mira lo que está debajo de ella”, sostiene González, al tiempo que une su voz a quienes proponen que se le exija a los que reciben ayudas gubernamentales que aporten trabajo voluntario en la medida de sus posibilidades.

Él, mientras, ya va camino a establecer el Proyecto Playa Limpia, con el que espera adiestrar voluntarios que lo ayuden a ampliar el radio de acción.

“Al principio esto fue como una terapia, pero ya es mi responsabilidad mostrar lo que está ocurriendo, educar a los demás y, en vez de quejarme, poner la solución. Muchos de los problemas sociales se resolverían si dejáramos la etapa de quejarnos y metiéramos manos a la obra”.