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La necesaria verdad sobre el Ateneo.

Por Columnistas, EL VOCERO 05/04/2017

Roberto Ramos Perea
>dramaturgo puertorriqueño

El nuevo Ateneo Puertorriqueño está asediado por fuerzas nefastas que pretenden su destrucción. Los que amamos la Casa de la Nación fundada por los Padres de la Patria en 1876 para la gloria de la cultura puertorriqueña, no lo permitiremos y, por ello, exponemos la verdad para necesario conocimiento de todos.

En abril de 2015, la Oficina del Contralor emitió un devastador informe con severos y vergonzosos hallazgos de mal uso de fondos públicos contra su entonces presidente, el Lcdo. Eduardo Morales Coll, y su tesorero Rigoberto Figueroa.

Entre esos está el mal uso de más de $200,000 dólares en gastos de un plan médico suyo no autorizado por la Junta; gastos en bebidas alcohólicas, hoteles, viajes, celular, entre muchos otros pagos en asuntos (ver informe en la página del Contralor) que abochornan la dignidad del Ateneo.
Morales Coll y su tesorero Figueroa, escondieron el informe a su Junta. Al la Junta enterarse de la afrenta, se pidió su renuncia en pleno, la que él concedió en una ligera carta escrita a mano y utilizando términos de controvertible interpretación. Al otro día citaba a sus miembros solidarios con él, a una reunión donde se conspiró para que la presidencia no le fuera entregada a Hamid Galib, quien por Reglamento debía ocuparla. El Dr. Galib ocupa legalmente la presidencia y emprende la titánica tarea de poner en marcha el Plan Correctivo urgido por la Contralora. Mientras, fiscales del Departamento de Justicia comienzan una profunda investigación de los manejos turbios de Morales Coll.

La Junta del Nuevo Ateneo inicia un dinámico programa de actividades, reformas y mejoras al abandonado edificio, revisión de reglamentos e imposición de rigurosos controles fiscales, reorganización de su Conservatorio de Arte Dramático y de su Archivo Nacional de Teatro y Cine y alianzas con otras instituciones culturales. Morales Coll, por su parte, inicia procesos frívolos y amedrentamientos para retornar a la presidencia y anular todo lo hecho en estos dos años. El Tribunal de Primera Instancia de San Juan da victoria al Nuevo Ateneo y Morales Coll, preso de una obsesión insana, decide acudir a otros tribunales.

Los entuertos de su presidencia siguen apareciendo: Morales Coll había dejado de pagar el Seguro Social de los empleados; dejó de pagar planillas de Hacienda ¡durante 15 años!, nunca sometió informes corporativos y acumuló una seria deuda con el Departamento de Estado. Y lo peor es que el gobierno de Puerto Rico otorgó fondos a una entidad que no estaba incorporada, gracias a la negligencia crasa de Morales Coll.

El último escándalo: Morales Coll y Figueroa mandaron a tasar el Ateneo Puertorriqueño y sus propiedades con la aparente intención de vender el patrimonio de la Nación a sabe Dios qué intereses, a espaldas del País y capitalizar las ganancias entre sabe Dios quiénes. Hay documentación y testimonios elocuentes sobre el particular.

Es una vergüenza histórica que estos señores hayan sometido a una institución de la seriedad del Ateneo, a la humillación de ser investigada por el Departamento de Justicia por unos actos fiscales degradantes e irresponsables. Durante 33 años de su presidencia –como si esa cantidad de años no fuese ya suficientemente obscena- Morales Coll se creyó dueño del Ateneo y lo dirigió como tal, en desprecio de la verdad, de la sana administración y del democrático sentido de participación multisectorial que guía esta sagrada Casa de la Patria desde el Siglo XIX.

Estos frívolos procesos legales interpuestos por Morales Coll nos obligan a apelar al máximo foro del País, el Tribunal Supremo, para evitar que Morales Coll vuelva a ocupar la presidencia. ¿Cómo devolver la presidencia del Ateneo a un hombre que se aprovechó de él de las más indignantes maneras?

Ofender y humillar el alma de Puerto Rico que guarda el Ateneo, no puede ser premiado. Porque si algo nos queda aún de puro, es precisamente el alma que en esta casa pusieron los Padres de la Patria Puertorriqueña. Y en esa alma, la verdad es derecho.